Una diferencia estructural en el lado derecho del cerebro podría estar vinculada a un mayor riesgo de sufrir depresión, según una investigación realizada por el centro médico de la Universidad de Columbia y el Instituto Psiquiátrico del estado de Nueva York.
EFE/ La Opinión
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La investigación, realizada por los psiquiatras Bradley Peterson y Myrna Weissman, revela que las personas con mayor riesgo de sufrir depresión tienen el lado derecho de la corteza cerebral el 28 por ciento más delgada que quien no presenta esa situación. Los investigadores indicaron, según la página web de ese centro universitario neoyorquino, que esa diferencia cerebral es también observada en personas que padecen enfermedades como la esquizofrenia o el Alzheimer. "La diferencia era tan grande que al principio no lo creíamos, pero después de comprobar una y otra vez todos los datos y buscar todas las explicaciones posibles, la diferencia seguía ahí", dijo Peterson en un comunicado de prensa.
El médico indicó que esa condición de la corteza cerebral (tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales) "puede aumentar el riesgo de desarrollar una depresión, afectando desde las posibilidades de prestar atención a interpretar las señales emocionales y sociales de otras personas". La parte exterior del cerebro o corteza cerebral es responsable del funcionamiento cognitivo, sensitivo, motriz y emotivo. Para realizar ese estudio se compararon los cerebros de 131 personas con edades entre los 6 y los 54 años, que tenían o no un historial familiar de depresión.
El estudio, según el comunicado de prensa del centro universitario, revela que tener la corteza cerebral más delgada no implica padecer depresión, sino un riesgo más acentuado de sufrir esa enfermedad. El centro universitario explicó que para realizar ese estudio Peterson se sumó a las investigaciones de la doctora Weissman, que comenzó hace 27 años de varias familias con riesgo de padecer depresión, y que ahora incluye a abuelos, hijos y nietos.
Los hallazgos de ambos científicos podrían tener implicaciones en las terapias y tratamientos utilizados con ese tipo de enfermos, pero ambos médicos indicaron que todavía son hipótesis. Peterson y Weissman han comenzado ahora el seguimiento de 152 personas, entre 12 y 20 años, con y sin familiares con un historial de depresión, mediante el uso de resonancias magnéticas, y planean otro estudio que tendrá en cuenta el ADN de esas personas para determinar si tienen o no tendencias depresivas.
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